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‘Ella va de largo’, una mirada hacia el interior de la comunidad gitana y sus mujeres

La cámara de García Long se centra en las hermanas y primas de Karina Miguel que, apegadas a su tradición, lamentan, en algunos casos, no haber tenido la libertad para elegir su futuro.

La cultura gitana es una de las más desconocidas para los que no pertenecen a ella, situación que crea prejuicios y que el documental «Ella va de largo», de Florencia García Long, intenta descifrar, a través de Karina Miguel, la primera abogada de la comunidad.

«La primera vez que conversé con Karina en su despacho de la legislatura de la provincia de Neuquén, me propuso que fuera a conversar a su casa, con su familia. No esperaba encontrarme con sus padres, hermanas, maridos, hijos e hijas, en una mesa larga, a tomar el té gitano, con masas y medialunas. En ese encuentro entendí que esta película era indisociable a la de los miembros de su familia», explicó la directora García Long a Télam.

La cámara de García Long se centra en las hermanas y primas de Karina Miguel que, apegadas a su tradición, lamentan, en algunos casos, no haber tenido la libertad para elegir su futuro. Aunque, también, agradecen pertenecer a una comunidad que se acompaña y ayuda. Es esta tensión, con el peso del machismo, la que tracciona una historia íntima y que rompe prejuicios sobre una cultura que, dicho por los protagonistas, tampoco se mantiene muy abierta a los «criollos».

«Yo estaba buscando trabajar con historias de resiliencia, de transformación y cambio. Cuando me encuentro con la historia de Karina, la primer gitana abogada del país, no solo me encuentro con una mujer que produce un gran viraje en su vida, sino también con el impacto que este cambio produjo en su familia y en su comunidad», dijo la directora del filme que desde el jueves puede verse en cines locales.

«Me interesa la exploración de esa diversidad -ahondó García Long-. Nos enriquece sumergirnos en ella. Como mujer me identifico con esa otra mujer que va logrando espacios. Es en esa diversidad donde nos encontramos frente a un espejo que nos permite mirarnos y entendernos mejor».

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Más allá de la parte comunitaria, los escrúpulos y la censura para con la mujer, también emerge el amor filial y cómo el padre de Karina se sobrepuso a lo que la comunidad decía sobre la «libertad» que le daba a su hija. El apoyo de todo el núcleo no sólo habla de lo que pudo crecer Karina, sino la familia entera. Incluyendo su casamiento con un «criollo».

El documental Ella va de largo de Florencia Garca Long intenta descifrar a travs de Karina Miguel la primera abogada de la comunidad
El documental «Ella va de largo», de Florencia García Long, intenta descifrar, a través de Karina Miguel, la primera abogada de la comunidad.

– ¿Te cambió la forma de mirar a la comunidad gitana una vez finalizada la película?
– Si, me cambió. En primer lugar atravesar este proceso a lo largo de todos estos años, fue un gran descubrimiento para mí. Por un lado, lo maravilloso de contar historias a través del cine. Y por otro lado, todo lo que se esconde, se guarda, en cada uno de nosotros. La profundidad, la complejidad, la singularidad, la fuerza de las identidades colectivas como lugares de afirmación. Lo rico de la memoria compartida. Y por supuesto la generosidad y valentía de esta familia para brindarse a este proceso.

– ¿Se modificó la película una vez que comenzaste a filmarla o siempre tuviste esta idea en la cabeza?
– Hay un hilo invisible que recorre todo el proceso. Tuve la intención desde el principio de lograr la intimidad y la exploración profunda del mundo interno con cada una de estas mujeres. En un primer acercamiento estaba muy presente una visión de la heroína, pero luego eso fue cambiando. Y terminó siendo un retrato coral, donde intervienen las voces de tres generaciones de mujeres gitanas de una familia que muestran sus propias luchas, su mirada del mundo, sus miedos a perder. Y esto de algún modo echa por tierra esos prejuicios que a veces solemos tener al decir «los gitanos son así». Hay montones de formas de ser gitanos, de ser mujeres dentro de una comunidad, de un colectivo. No todas tienen las mismas expectativas.

-¡Hay algo que no filmaste o tuviste que sacar de la película que te hubiera gustado que esté?
-En el proceso de montaje tuvimos que tomar varias decisiones con Julián, mi hermano y guionista, como con Josefina Llobet, montajista, de algunas historias, personajes y escenas que aunque tuvieran fuerza, no dialogaban con el material, abrían nuevas líneas. En ese sentido, se duelan esos momentos en que se decide dejar afuera cierto material, con el cual por otro lado una se encariña. Hay mucho más que podría haber filmado, pero también juegan los tiempos, los recursos, y el propio devenir del proceso de creación.

-Al filmar intimidad, ¿hubo algún acuerdo de qué mostrar y qué no?
-Por un lado me plantee sostener algunos criterios que me ordenaron en el proceso de montar el material, que para mi eran importantes y que tenían que ver con no exponer a los protagonistas en posiciones o lugares que de algún modo los «violentara» desde la mirada del otro, que no alimentara prejuicios o reforzara las «extrañezas» propias de encontrarse con un sistema de valores y creencias de otra cultura. En ese sentido ese fue un limite. Por otro lado, en el tratamiento de algunas cuestiones vinculadas con la sexualidad y la vida intima de las parejas. Después por lo demás, hubo mucha apertura y confianza.

Fuente: Telam

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