Un homenaje al poeta y ensayista Javier Galarza, fallecido el año pasado, se realizó el fin de semana en la Ciudad de Buenos Aires, con la presencia de alumnos y amigos que leyeron varios textos de su obra.
El encuentro tuvo lugar en la librería Otras Orillas, organizado por Ana Frandzman, Ianina Fornaro, Maria José Bozzone y Sabrina Avell. A medida que se sucedieron las lecturas, se contaron anécdotas e historias vinculadas con el autor.
“Una de las cosas que Javier logró fue la de generar y forjar vínculos”, dijo Ianina Fornaro. Eran muy comunes las reuniones en el Bar Británico y El Hipopótamo, cerca de su casa, para tomar café y conversar sobre literatura.
En ese momento, la emoción se apoderó de la sala. La gente escuchaba y aplaudía. A veces, silencio. “Hoy recordé a alguien que no está y pensé: Qué sano es tener momentos de tristeza”. Dice Galarza en el poema Finale.
Ese sentimiento también tuvo lugar. La tristeza de haber perdido al maestro, al amigo. A ese guía del lenguaje quien facilitaba el encuentro con la palabra. “Para que eso que parte, pueda alojar. Para prolongar un nombre, un legado”.
Entre los presentes también estuvieron el poeta Jotaele Andrade, Valeria Cervero y Natalia Litvinova, junto a Tom Maver, quienes están a cargo de Llantén, la editorial que publicó el libro póstumo del poeta: “La religión Holderlin”. El encuentro finalizó con un gran aplauso, en reconocimiento a la vida y obra del autor.
Galarza escribió numerosos libros de poesía, ensayos y cuentos. Su obra literaria es amplia e influyente.
Nació en Buenos Aires el 27 de febrero de 1968. Publicó: Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades (2001) El silencio continente (2008), Reversión (2010, Tropofonia, Belo Horizonte), Refracción (Años luz, 2012), Cuerpos textualizados (Letra Viva, 2014, en coautoría con Natalia Litvinova), Lo atenuado (Audisea, 2014), La noche sagrada (Audisea, 2017), Chanson Babel (Buenos Aires Poetry, 2017) Für Alina (En danza, 2018) y Diez cuentos góticos (La Docta ignorancia, 2019).
Fue profesor Asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino donde dio cursos sobre Hölderlin, Rilke y Paul Celan. Escribió notas y ensayos sobre Alejandra Pizarnik y Osip Mandelstam, entre otros. Entre los años 1997 y 2000 dirigió la revista “Vestite y ándate” junto a Fernanda Simonetti.
Estudió periodismo con Enrique Symns y colaboró con la revista Cerdos y Peces. Galarza recuerda a Symns en una entrevista de hace unos años: “Enrique es una leyenda y yo lo tomé como tal. Él puede desarticular cualquier discurso. Yo lo comparo con los sabios taoístas, para mí es un Chuang Tzu de bares”.
En la primera década de este siglo vivió en Noruega junto a su amigo Luis Della Mea, con quien compartió el proyecto “Cuerpos posibles”. Danza, literatura y música se reunían en una obra. Los poemas de Galarza eran proyectados en una pantalla o recitados por alguna de las bailarinas que formaban parte del espectáculo.
En 2021 obtuvo el premio Municipal de poesía por su libro Für Alina.
El 26 de julio de 2022 fue encontrado sin vida en su casa de San Telmo.
Allí también vivió el poeta José Sbarra, a quien Javier solía recordar utilizando sus textos cómo objeto de estudio. En un cuarto pequeño de esa casa, lleno de libros y con una enorme ventana que daba al corazón de la manzana, dictaba sus talleres. En la pandemia pasó al formato online y eso le permitió tener alumnos de todo el país. Poetas como Marinés Scelta, y Sergio Moran (Mendoza) y Gabriela Álvarez (Santiago de Estero) formaron parte.
Seguidor de Nick Cave y Maurice Blanchot, amante de Holderlin, Pizarnik y Rilke. Javier Galarza no fue sólo un poeta eximio. Fue un maestro y un amigo entrañable. Hijo, hermano, guía.
‘’La enviada’’, un poema del Für Alina, dice: “Viajaba yo en el tren, descreído y falto de fe, cuando una joven metió su mano en el bolsillo de mi sobretodo y una navaja en mi costado. Quédate quieto, me dijo, para enseñarme el camino de la desposesión. Yo fui tocado, fui tocado, y creí”.