«Ellas hablan», el drama dirigido por la canadiense Sarah Polley que cuenta la deliberación de un grupo de mujeres menonitas contemporáneas violadas recurrentemente en su colonia y su decisión de permanecer o abandonar esa comunidad religiosa, se estrenará mañana en cines.
Nominada como Mejor película y guion adaptado con vistas a la gala de los premios Oscar del próximo domingo, la cinta escrita también por Polley a partir de la novela «Women Talking», de Miriam Toews, se basa en hechos reales ocurridos en una comunidad menonita en Bolivia entre 2005 y 2009, período en el que aproximadamente 130 mujeres fueron drogadas y violadas por hombres de esa colonia.
El rutilante elenco de la película incluye a Claire Foy, Jessie Buckley, Rooney Mara, Judith Ivey, Ben Whishaw y Frances McDormand, también productora de la cinta y ganadora de tres Oscar en rubros de actuación femenina y otro por producir «Nomadland», que resultó la Mejor película en hace dos años.
El drama, en el que se destacan también el diseño de producción y de vestuario, se centra en el plebiscito y transcurre prácticamente en su totalidad en el granero donde se debate la cuestión, evocando a clásicos como «12 hombres en pugna» (1957), la ópera prima de uno de los referentes del New Hollywood Sidney Lumet, y otros dramas legales, aunque en este caso sin litigios y con mujeres no alfabetizadas.
«Aunque la historia detrás de los acontecimientos de ‘Ellas hablan’ es violenta, la película no lo es. Nunca vemos la violencia que han sufrido las mujeres. Solo vemos breves destellos de las secuelas. En cambio, vemos a una comunidad de mujeres unirse y que deben decidir, en un espacio de tiempo muy corto, cuál será su respuesta colectiva», expresó Polley sobre su película.
En cuanto al impacto que le produjo el libro de Toews, la realizadora contó que «caló hondo y despertó preguntas y reflexiones nunca antes articuladas sobre el mundo actual, como preguntas sobre el perdón, la fe, los sistemas de poder, el trauma, la sanación, la culpabilidad, la comunidad y la autodeterminación, que derivó en una desconcertante esperanza».
«Imaginé esta película en el ámbito de una fábula. Aunque la historia de la película es específica de una pequeña comunidad religiosa, sentí que necesitaba un gran lienzo, una envergadura épica a través de la cual reflejar la enormidad y universalidad de las preguntas que se plantean en la película», agregó la directora.