Se estrena “A Little Love Package”, un filme sobre el final de una época
El último día en que se permitió fumar en los bares de la ciudad de Viena es el eje de “A Little Love Package”, del director argentino Gastón Solnicki, una película que además de hablar de los finales de época se abre en diferentes direcciones para abordar la pertenencia, los oficios y el verdadero valor del dinero.
La quinta película de Solnicki (“Introduzione All’oscuro”, 2018; “Kékszakállú”, 2016; “Papirosen”, 2011; “Süden”, 2008), que se verá todos los sábados de marzo a las 18 en el Malba, trabaja la ficción y el documental desdibujando sus límites, con Angeliki Papoulia -habitual colaboradora del realizador griego Yorgos Lanthimos-, que busca y no encuentra un departamento ideal en Viena, y Carmen Chaplin -nieta del célebre actor y director británico-, que la ayuda y soporta todos los “peros” de su amiga.
Los textos y la narración del escritor mexicano Mario Bellatín, la búsqueda de las mujeres junto a los recorridos por diferentes trabajos artesanales, la verdadera utilidad del dinero y luego el desconcertante traslado del relato a Andalucía –que luego cobra sentido-, conforman una curiosa genealogía posible del propio director, fuertemente enraizada con una parte de Europa.
“Toda la franja de Europa del Este es muy especial para mí, es el lugar por donde se movieron durante siglos mis antepasados”, cuenta Gastón Solnicki en comunicación con Télam.
Y agrega que su fascinación por la capital austríaca tiene que ver con que allí “el tiempo está cristalizado de una manera sorprendente y por momentos es imposible determinar en qué instante de la historia nos encontramos”.
A “Little Love Package” tuvo su premiere internacional en la Berlinale 2022 y ganó el premio a la Mejor Dirección en la 23ra.edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici).
Télam: ¿Cuál fue el disparador del proyecto?
Gastón Solnicki: En 2019 estaba en el querido Festival de Cine de Viena presentando “Circumplector”, un corto de poco más de dos minutos y cinco planos, que filmé por estar en la Catedral de Notre Dame en Paris dos días antes del incendio que la destruyó. Un corto que nació de un interrogante que tenía dos hipótesis: la mística decía que las esculturas que removieron habían sido ubicadas para proteger a la catedral del fuego, y por otro lado la policial, que planteaba que la grúa con la que sacaron las estatuas hizo un cortocircuito.
Ambas estaban documentadas en la imagen de San Bartolomeo decapitado, flotando en el cielo con un libro y un cuchillo, que grabé con el teléfono. De esa imagen nació una nueva pregunta, cuya respuesta fue el corto, que homenajea a la polifonía en la catedral donde fue por primera vez escrita.
Presentando ese corto en Viena, me enteré de la prohibición de fumar y la encontré simbólica del final de una era, que incluía toda una tradición y gestualidad. Pensé que sería una manera interesante de empezar una película. Documenté esas últimas horas de humo legal, con un pequeño equipo improvisado y un año después volví con un grupo un poco más grande a filmar la película.
T: ¿Cómo fuiste conformando el relato que despide a una era pero sin embargo se abre con curiosidad al futuro?
GS: Lo primero siempre es el material. Teníamos lo filmado durante aquella última jornada de humo y lo unimos con un material que me encargó el artista Tomás Saraceno filmado en Jujuy, que no tenía nada que ver, salvo por la oposición. Así nació la primera célula: un ‘Work In Progress’ de pocos minutos que sirvió para proyectar lo que sería la base de la película, un rodaje en plena pandemia en Viena. Algo milagroso en sí mismo. Allí llegamos con un pequeño grupo de amigos que se acercaron desde distintas latitudes para convivir en un departamento. Esas semanas que estuvimos juntos salimos a filmar con muchas restricciones. Si bien fue muy difícil trabajar durante una cuarentena, se abrieron muchas puertas humanas y arquitectónicas que nos habilitaron toda una serie de situaciones insólitas, muy raras para una película chica.
Me refiero a cafés, museos y calles vacíos. Yo no quería hacer una película sobre la pandemia, me importaba que no estuviera atada a eso. Pero es cierto que la atmósfera de horror está siempre presente en mis películas.
T: La película transcurre en Viena y luego Andalucía. ¿Qué significan estas dos ciudades en tu mirada sobre el mundo y lo que querías contar?
GS: Toda la franja de Europa del Este es muy especial para mí, es el lugar por donde se movieron durante siglos mis antepasados. Es algo que tengo presente desde chico, tanto por las canciones como por la comida. Nunca viví en Viena, pero fue la capital de todo un imperio que quedó reducido a su núcleo y eso es algo muy atractivo para filmar. Además a mí me resuenan mucho los rasgos, el sonido de las palabras y las viennoiseries, que es algo así como el gusto vienés. Si tomamos mis películas, “A Little Love Package” tiene que ver con una etapa que se dio de manera natural, por la muerte de un amigo vienés (se refiere al Hans Hurch, que fuera director de la Viennale), a quien dediqué mi anterior película, “Introduzione all’Oscuro”.
Es un desafío filmar afuera, pero tengo buenas razones para hacerlo. A Andalucía llegué porque es el lugar en el que viven los padres de Carmen Chaplin, una de las protagonistas de la película, y los quería filmar. No fue una elección relacionada con el lugar. De hecho fueron locaciones problemáticas. En esa secuencia andaluza apareció uno de los temas de la película, el de los desplazamientos y la búsqueda de lo que llamamos hogar.
T: Aunque sea involuntariamente, ¿puede leerse que hay una admiración pero que sin embargo señala cierto hastío y falta de vitalidad de la cultura europea?
GS: Puede ser involuntario, sí. Hay una amor por esa cultura familiar del Este y sus tradiciones. En Viena en particular, el tiempo está cristalizado de una manera sorprendente y por momentos es imposible determinar en qué instante de la historia nos encontramos. La narración de Mario Bellatin juega con eso.
Desde Latinoamérica, Europa luce poco vital pero en realidad las fronteras políticas nunca me parecieron muy relevantes.
T: ¿Cómo se conecta esta película con el resto de su obra?
GS: Es mi primera película que no lleva el nombre de una pieza musical. Hay una metamorfosis lenta, con nuevos elementos. Intento no dar pasos demasiado grandes. Es mi película más larga y quizás la más narrativa, aunque eso es difícil de determinar. De alguna manera es la más ficcional y también la más documental. Pero siempre la película más importante es la próxima.