‘Hacer a un loco es más divertido para componer’
En “La residencia”, del director brasileño Fernando Fraiha con Darío Grandinetti y Débora Falabella, un grupo de escritores busca la mejor versión de sí mismos como autores y en esa búsqueda se someten a los caprichos y la influencia malsana de un líder carismático que los empuja al límite.
La película tiene como centro la relación de Holden (Grandinetti), un respetado maestro que incita a los autores en una casona aislada en Los Andes, a dejar de lado sus vidas para vivir como sus personajes, y Ana (Falabella), fascinada por el personaje y dispuesta a seguir su “método” para terminar con su relato.
El filme, basado en la novela “Cordillera” de Daniel Galera y también en una experiencia que tuvo que atravesar el director, interesó a Grandinetti, “porque tiene que ver con el trabajo creativo en el que uno pone en juego los sentimientos, los afectos, y que todo esto es distorsionado y utilizado por un psicópata”, cuenta el actor a Télam en un hotel del barrio porteño de Recoleta.
“También me pareció atractivo hacer a un loco porque son más divertidos para componer”, completa el intérprete sobre su trabajo como el tóxico Holden.
Además de Grandinetti y Falabella -conocida en Argentina por sus roles en telenovelas como “El clon” y “Avenida Brasil”-, el elenco de “La residencia” se completa con Pablo Sigal, María Ucedo y Germán de Silva.
A continuación, la entrevista a Grandinetti:
– ¿Qué es lo que te interesó del proyecto de “La residencia” para aceptar ser el protagonista?
– La historia, lo que contaba, porque tiene que ver con el trabajo creativo en el que uno pone el juego los sentimientos, los afectos, y que todo esto es distorsionado y utilizado por un psicópata. Pero bueno, aunque no a ese extremo, de hecho el director cuenta esto porque tuvo una experiencia personal parecida. La película se filmó a fines del 2020, en plena pandemia, nadie filmaba, nosotros vivimos una experiencia muy parecida a la de los personajes, porque vivíamos todos juntos en el hotel, comíamos separados cada uno en una mesa, nos hablábamos a veces a los gritos, íbamos al set, y así, pero nos reíamos de la situación.
– ¿Cómo fue componer a este psicópata que por momentos recuerda al maestro déspota de la película “Whiplash”?
– No, no me fijé ni miré nada en particular, pero sí fui pensando en los riesgos que se corre cuando uno cae en manos de estos tipos. Mi hijo y mi hija más chica quieren ser actores y entonces yo desde chicos los mandé a estudiar y me preocupé por averiguar a dónde los mandaba, entonces fueron con Julio boca, con Hugo Midón y Julio Chávez, sobre todo porque uno sabe que un chico o un adolescente pone en juego afectos, sentimientos y comportamientos, cosas muy sensibles que no pueden estar en manos de cualquiera. Por ejemplo, recuerdo que Norma Alejandro contaba que su primer maestro le dijo que no iba a ser actriz en su vida, que se dedicara a otra cosa, la destruyó, eso seguramente fue muy frustrante y doloroso.
– ¿Cómo fue el trabajo con Débora Falabella y el resto del elenco a partir del encierro en donde se desarrolló el rodaje durante la pandemia?
– Débora es una actriz con mucha experiencia, tiene su compañía de teatro, es muy seria y ensayamos mucho y muy bien una vez que nos encontramos en Ushuaia una semana antes de que empezáramos a filmar. Por otra parte Fernando (Fraiha) también trabajó bastante individualmente y lo que sí estaba claro es que todo estaba puesto en jugársela, había una cosa en que todos coincidíamos que estábamos hablando de algo que nos es sensible a todos, entonces era fácil entender qué estábamos contando y desde qué lugar.
– ¿Es válido llegar a esa especie de abandono, de dejar en otro el dominio de las situaciones para explorar otras zonas en lo artístico?
– No, yo no creo en eso, no necesito despersonalizarme, uno trabaja de la manera que necesita para acercarse a lo que cree que es ese personaje, pero esos extremos no porque es el riesgo de creer en estos espejitos de colores que te llevan a esas cosas. Hace poco contestaba unas preguntas referidas a qué te dejan los personajes y sí, te dejan un aprendizaje a la hora de prepararlos, de pensarlos, pero después de que me bajo me bajo del escenario y más allá de la adrenalina, después vuelvo a mi casa y soy yo. Claro que hay una búsqueda de una verdad que yo respeto y también ejerzo, poniendo en marcha mi imaginación sobre lo que pienso del personaje que, por supuesto, depende de qué personaje es y si es alguien al que entiendo más que a otro. El camino de cada uno es de cada uno, lo que yo no creo es que el talento viene del sufrimiento, que las grandes crisis son generadoras de procesos creativos.
– Por la película ganaste como Mejor Actor en el Festival de Rio de Janeiro. ¿Cómo te llevás con el reconocimiento en esta etapa de tu carrera?
– Es una caricia pero no mucho más. Algunos te sorprenden más que otros. Pero lo vivo bien, aunque creo que la mejor forma de conseguir trabajo es a través del trabajo, nunca me llamaron porque gané algún premio, creo que en todo caso un premio me «abrirá el mercado» si la película está bien considerada y mi trabajo también.
– La mayoría de las películas en las que participaste hicieron el recorrido tradicional en los cines. ¿Cuál es tu opinión sobre el presente, en donde las plataformas dominan el mercado?
– Bueno, nos falta cine en el cine, no solo acá sino en todo el mundo. Las plataformas han llegado para generar trabajo sobre todo después de la pandemia, pero acá todavía no están suficientemente instaladas, aquí la industria audiovisual carece de un empresariado nacional, no tenemos ficción en la televisión abierta, algo que sí pasa en otros lados en donde también hay plataformas locales que producen, como industria generadora de fuentes de trabajo estamos atrasados. Hay que empezar a pensar que el cine nos cuenta, que hay que apoyarlo. Cada vez que se llenan la boca del cine de algún país parecería que no supieran que para que eso se produzca, ese país apoya ese cine, tiene un apoyo estatal.