‘Paula’ o el cuerpo de una adolescente como territorio en disputa de la belleza hegemónica
La adolescencia y los conflictos con el cuerpo, potenciados por el entorno y la propia familia, además de la nocividad de las redes sociales, son los temas que aborda «Paula», de Florencia Wehbe, que este jueves llega a los cines argentinos.
El segundo filme de la directora cordobesa luego de «Mañana tal vez» (2021), protagonizado por la debutante Lucía Castro, pone en el centro del relato a Paula, una joven que sufre porque su cuerpo no se ajusta a los parámetros hegemónicos de belleza y busca soluciones mágicas en las redes sociales, mientras soporta como puede el entorno amoroso y a la vez asfixiante de su familia, que le prepara una fiesta de 15 que ella no quiere festejar.
«El puntapié inicial fue mi propia experiencia con los trastornos alimenticios -cuenta en comunicación con Télam Florencia Wehbe sobre el origen del proyecto-; un tema tabú que me aquejó especialmente en la preadolescencia y me acompañó el resto de mi vida».
La propia experiencia de la realizadora nutrió el primer acercamiento a la historia, que se completó con el universo a descubrir de la influencia de las redes sociales en los jóvenes: «Tuve que investigar y adentrarme un poco en cómo influye hoy la exposición constante en redes en las adolescentes», destaca.
«No me sorprende que los discursos de odio sean los preponderantes, porque a pesar de nuestra lucha incansable el mundo sigue siendo cada vez más capitalista y patriarcal, un sistema que nos necesita vulnerables, inseguras y consumiendo.»Florencia Wehbe
Además de Lucía Castro, el elenco de «Paula» se completa con Lara Griboff, Julieta Montes, Tiziana Faleschini, Liz Correa, Alberto Bernuez.
-¿Cuál fue la motivación para escribir y dirigir una película que trata sobre la anorexia y la bulimia en la adolescencia?
-El puntapié inicial fue mi propia experiencia con los trastornos alimenticios; un tema tabú que me aquejó especialmente en la preadolescencia y me acompañó el resto de mi vida, transitándolo siempre de manera muy solitaria y llena de vergüenza. Escribí «Paula» y, compartiendo el guión con colegas y amigas, me di cuenta de que casi el cien por ciento tenía una relación muy tóxica con la comida y con sus cuerpos, por lo que el tema se transformó en algo más colectivo que personal y pasó a ser de alguna manera una bandera, un tema necesario del cual hablar.
-La película aborda la competencia, la exigencia del entorno y sobre todo el mundillo de las redes sociales que fomentan los modelos hegemónicos. ¿Cómo fuiste construyendo el relato y cómo elegiste los temas que contribuyeron a la historia que querías contar?
-El tema de las redes sociales y los celulares fue el más complejo; de hecho en las primeras versiones del guión no estaba incorporada la tecnología a la historia. Yo fui adolescente en otra época, así que tuve que investigar y adentrarme un poco en cómo influye hoy la exposición constante en redes en las adolescentes. Y por supuesto que las actrices me ayudaron muchísimo.
Después los contextos, las frases desafortunadas, las palabras que dañan, en gran medida y lamentablemente, no se han modificado con el paso de los años, los discursos son los mismos y nos enseñan a odiar nuestros cuerpos desde más temprana edad. Así que en ese aspecto no me resultó muy complejo y a las actrices tampoco, incluso nos sorprendimos para mal, nos desilusionamos en el intercambio generacional al darnos cuenta de que muchas cosas no han cambiado ni un poquito.
-El retrato que hacés de la clase media cordobesa es bastante preciso. ¿Cuál es el papel de la familia en los conflictos de la protagonista? ¿Investigaste para llegar a la síntesis que mostrás en la película?
-Bueno, pertenezco a una familia de clase media riocuartense, por lo que tal vez me inspiré en esa dinámica familiar conocida y la de quienes me rodeaban. Creo que el rol que tiene la familia más que nada está marcado por el desconocimiento y falta de información. Nunca quisimos estigmatizar ni señalar con el dedo a los padres como culpables ni mucho menos, es un problema social que nos persigue a muchas, pero muchas generaciones de mujeres; la mamá está igual de herida que sus hijas, y que su propia madre seguramente, por lo tanto tampoco tiene recursos para ayudar. No sabe cómo ayudar y es por eso que también muchas veces en el afán de colaborar resta en lugar de sumar. Pero un poco el rol familiar es ese, mostrar la normalidad con la que vivís disgustada con el cuerpo e imposibilitadas de ayudarnos entre nosotras, que es también una buena manera de vulnerabilizarnos.
-¿Cómo llegaste a la protagonista, Lucía Castro?
-Por medio del casting que se hizo en Córdoba, al que se presentaron muchas chicas. El trabajo con ella fue hermoso, tiene un nivel de entrega y de profesionalismo envidiables; tenía muy en claro que quería actuar y nos mostró que es una actriz nata. Aprendí muchísimo de ella y de sus compañeras de elenco, crecieron mucho, se divirtieron y para mí eso era lo más importante.
Lucía es increíble, le aportó mucho a su personaje, se la apropió y la puso en su lugar: una adolescente de 2021, como correspondía, cosa que yo no me sentía capaz de hacer a mis 33 años, así que le voy a estar agradecida toda la vida.
En un momento entendimos la importancia de lo que nos proponíamos contar y lo mucho que podía influir en quien lo viera, así que nuestro norte fue «vamos a hacer esto por todas las chicas que están o estuvieron en esta». Fue hermoso porque entre todas elegimos creer en el poder transformador del cine.
-¿Te sorprende que en este momento de empoderamiento de la mujer se sigan manteniendo e incluso profundizando los estereotipos de belleza que parecen ser la norma?
-No, para nada. Sí creo que hoy hay nuevos discursos que empiezan a florecer que en mi época por ejemplo no existían y que son muy positivos, que tienen que ver más con la aceptación de todos los cuerpos. Pero no me sorprende que los discursos de odio sean los preponderantes, porque a pesar de nuestra lucha incansable el mundo sigue siendo cada vez más capitalista y patriarcal, un sistema que nos necesita vulnerables, inseguras y consumiendo. Pero creo mucho en las generaciones futuras y en el poder feminista que cada día avanza un poquito más para que nuestros cuerpos dejen de ser mercancía. Pero hay paredes muy grandes y la única manera de derrumbarlas es ir ladrillo por ladrillo y, bueno, hicimos «Paula» con la esperanza de que sea un ladrillo menos.