‘Maradona’ entre la gente, un tatuaje del ‘Dibu’ y el pibe que no lavó su camiseta
Gonzalo Cristi llegó al Obelisco con un grupo de amigos desde el vecino barrio de Recoleta, con los que vio la final del Mundial de Qatar que coronó a Argentina campeón del mundo y su parecido con el astro Diego Maradona lo convirtió en el centro de la atención
«Cuando miro que la gente me mira y me grita yo siento que esa energía se la mando al Diego», dijo el joven de 20 años a Télam, entre los gritos de sus amigos, con quienes un rato había «llorado bastante» la consagración de la «Scaloneta» en Doha.
Martín Roja y su numerosa familia festeja el campeonato soñado en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, a donde llegaron «en auto y motos» desde José León Suárez.
«La sufrimos una banda, pero estamos más felices que nunca», aseguró Martín, heladera en mano, a Télam junto a unas diez personas, «el más chico de 12, el más grande de 35 años».
Un grupo de amigos avanza con parlante en mano y cantando el himno nacional por avenida 9 de Julio y Marcelo T. de Alvear, engalanados con los colores de la selección, y se frenan para gritar, saltar y besar una réplica del trofeo.
«Somos de Pilar y tenemos la posibilidad de estar acá hoy», contó Franciso Segura, de 22 años, que como cábala lleva puesta una camiseta albiceleste que no lava «desde que perdimos con Arabia Saudita».
A su lado un amigo cuenta que mañana (por el lunes) se corta el pelo como Lautaro Martínez, para cumplir una promesa de «Argentina campeón».
A pocas cuadras de ahí, una camiseta gigante de la Selección viste la fachada del Teatro Colón con tres estrellas doradas estampadas en su frente, una por cada campeonato que conquistó Argentina.
Un grupo de estudiantes de La Pampa se sumó a los festejos celebrando el Mundial de Alexis Mac Allister, «pero también Messi y el Dibu Martínez», a quien una de las chicas tiene tatuado en el cuello.
«Somos ocho, una amiga tiene un emprendimiento de tatuajes y me hice al Dibu. Amamos al Dibu», contó Paula Fernández, una de las chicas. «El Dibu nos hizo muy feliz con la atajada de penales», dice sobre su ídolo.
Jorge llegó de Virreyes, en el partido bonaerense de San Fernando, con su esposa Lucía, su hijo Isaías, de 3 años y su hija Cata, de 1 y medio.
«Esto es un sentimiento, algo único, vimos el partido en la pantalla de Palermo y caminamos en caravana hasta el Obelisco a festejar la copa del mundo. Es una alegría enorme», contó Jorge, de 29 años, que trabaja como delivery.
La llegada de Daniel Funes desde el barrio de Caballito al Obelisco con una copa dorada gigante de casi dos metros de altura y a medida que sostenía sobre su cabeza hizo delirar a las y los hinchas que se desesperaban por tocarla, sacarse fotos y darle un beso.
«La copa la hice con mi hija Celeste (16) hace una semana, está hecha con telgopor y papel maché. Vimos el partido en mi casa y sufrimos mucho, es una locura que ahora todos estén tocando esta copa que hicimos con tanta pasión», le dijo Daniel a Télam.
Alejandro Valenzuela viajó desde el partido bonaerense de la Matanza con su trompeta para festejar en el centro porteño junto a sus amigos, todos ellos trabajadores de la economía popular.
«La trompeta es un sinónimo de alegría», dijo a Télam el joven que acompañaba con entusiasmo los cánticos de los fánaticos.
«La trompeta me cambió la vida, porque antes consumía drogas y al descubrir un montón de oportunidades y sensaciones para mí fue una gran fortaleza apoyarme en lo comunitario. Hoy acá ver cómo estamos festejando este sentimiento todos los argentinos y argentinas, las lágrimas de muchos pibes y pibas, después de la pandemia», agregó el joven.
Sobre la «Scaloneta», el músico, cuya cábala fue «no mirar los tiros libres ni los penales y gritar ‘fuera muerto’ cada vez que iba a patear el contrario», agregó que «el pueblo cree y confía» en el equipo y «hoy estamos acá viviendo un momento de felicidad».