Conversación de Carlos Mazalán con Julio Lagos
Julio Lagos es periodista, locutor y conductor. Nacido en 1945, desde los 16 años comenzó a recorrer revistas, radio y TV y pasó por los más importantes medios de Argentina. En 1997 descubrió Internet y desde entonces, es un espacio que no abandonó ni en el que dejó de experimentar. En esta entrevista, parte del ciclo Rockear las comunicaciones, relata su experiencia y su visión de cómo internet cambió las cosas.
-Cuando iniciaba internet comercialmente en el país, decías: «Para vos, que me estás escuchando desde la cocina, desde el colectivo…». Le hablabas a la gente. Y con los escasos recursos que tenías, estabas generando conversación, personalización e interacción con tu audiencia.
-Mirá… uno es consecuencia siempre de los estímulos que recibe. Sería no solamente un soberbio si me creyera inventor de algo. Somos consecuencia de todo lo que nos nutre. Imagínate, así como vos me escuchabas -entre otros-, yo también escuché a otros, y a otros, y a otros. Eso te va nutriendo, y lo que te queda me parece es esta certeza absoluta de que le tenemos que hablar a alguien; no es llenar un formulario.
No te creas que soy tan apacible como parece. Me enojo mucho todos los días, por ejemplo cuando escucho la radio o veo la televisión y quien está hablando no me habla a mi, y habla así: «Que tal, como te fue, estaba rica la milanesa…?» A mí me tenés que hablar. Esto que nos parece es tan obvio, tan elemental, es la esencia de eso que se llama la comunicación.
David Ratto una vez me contó sobre «La tormenta», algo que había leído en un libro de Peter Drucker, y yo lo repito siempre porque me parece extraordinario. «La tormenta que se desata de repente en un valle, el estruendo es fragoroso y un rayo abate un tronco que se va despeñando y cae por las rocas, y retumba el eco en la montaña». Decía Drucker: «Todo eso no existió si uno solo no lo escuchó». Si uno te escucha, es maravilloso. Porque en definitiva, lo que tenemos que hacer es llegar al corazón del otro, de eso se trata.
-Trabajás desde los 16 años y seguís actualizándote día a día en esto que llamamos transformación digital. ¿Qué impactó tecnológicamente en tu vida?
-Para entender la transformación, primero tenías que haber pasado por la Olivetti, la Lexicon 90 y antes, a lo mejor, por la prueba de redacción en la escuela primaria y había que escribir, inventar algo y ahí era la pluma cucharita Perry. Lo que pasa es que los instrumentos son tan seductores que nos deslumbran, nos emocionan y nos enamoran.
Antes de iniciar esta charla yo estaba probando los micrófonos, y ponía de un lado y del otro y dimos vuelta a la cámara. Estamos medio cancheros ya en todo esto, hasta que venga otro aparatito completamente distinto y esto lo tiramos todo. Pero finalmente, ese deslumbramiento no tiene que reemplazar a la ilusión inicial, que es hablar con alguien para que alguien hable con nosotros. Todo lo demás puede ser señales de humo, una gota de rocío.
Alguien va a inventar, no sé, un sistema inalámbrico de corazón a corazón y no hará falta nada más. Pero mientras tanto, lo que importa es la historia. Sobre todo lo que vos decías recién, cuando del otro lado te completan el pedacito de historia que vos sugerís. Mirá, una vez, un tipo extraordinario -a mí me gusta mucho dar nombres y apellidos cuando tengo que agradecer a alguien, los otros los olvido-, un médico, que más que médico ha sido un filósofo y psicoanalista, fue el tipo que trajo la medicina china a la Argentina, Juan Suttin. Vos ibas a verlo porque te dolía algo y él hablaba de otras cosas, por eso era fascinante, me dijo la palabra es suscitar.
Julio Lagos es periodista, locutor y conductor
Por supuesto que después fui al diccionario, suscitar significa provocar que aquello que el otro tiene soterrado, escondido, disimulado y, a lo mejor, ni siquiera se dio cuenta que lo tiene, provocar que se abra un caminito para que aquello que el otro tiene aparezca y fluya, y lo sienta como propio, sin advertir que vos hiciste algo para que eso suceda.
Y así es la cosa, todo está en el otro, y nosotros tenemos que intuirlo, casi casi como invocarlo y siempre da resultado.
-Volvamos a tu encuentro inicial con Internet. ¿Al principio, cómo lo recibieron quienes trabajaban con vos?
-Y sí, fue difícil. Todo arrancó cuando estaba en FM Feeling, que era una FM muy escuchada. Compré un servicio por WinFax, que era un programa por donde cada mañana recibía la tapa del diario El País de Madrid.
A veces imprimía a lo loco, salía un zig zag y yo tenía que interpretar y un poquito inventar el título del diario El País. Aún tengo guardado los recibos de WinFax.
En esa época, el mundillo era irónico, despectivo, y sobre todo porque todo dependía de la pestañita de plástico de la ficha americana para conectar el fax a la pared.
Julio Lagos en en RockearLasComunicaciones.net
Después llegó Internet, que te lo debo a vos, a Eduardo Torres, Guillermo Bort, Guillermo Cacchione y a todos los muchachos, en esa historia que siempre contamos. Ustedes me invitaron varias veces hasta que fui y de repente apareció el cartel del gato de Clinton en la pantalla, y dije: ¡Ah, pero esto tiene sonido!
Cuando empezamos, el primer día estalló el chat, ¿por qué? Porque Argentina siempre exporta gente, lamentablemente. Hay una diáspora de antes y después de Juan Bautista Alberdi. Siempre hay gente que se va.
La cuestión es que, de hecho, había casi un millón de argentinos fuera de la Argentina, gente joven.
El joven es más dispuesto a la novedad y además, como se van a lugares desarrollados, en aquel momento tenían ancho de banda, mejores fierros; o sea que se conectaron en el acto.
Entonces, tenía en la pantalla la tira con el chat y hablaba con el ministro xx: «Ministro xx, acá pregunta Carlos de Milán, ¿qué va a pasar con los bonos?»
El ministro pensaba, seguramente, que yo lo estaba macaneando, pero me contestaba. Y efectivamente era alguien que era tan oyente como el que estaba en Villa Crespo.
«Todos los días se te ocurre algo nuevo, que lo puedas hacer o no, no importa», dijo Julio Lagos
Cosas que no entendía. La productora periodística, que se enojaba y me decía: «No pierdas tiempo con eso». La productora comercial me decía: «¿Qué querés con eso que es para una élite de 40.000 personas? Pero aquí estamos…
-¿Cuál es para vos la disrupción que generó la tecnología en tu vida profesional?
-La confirmación de todo lo que yo había soñado. Porque en definitiva, Google, ¿qué es? Es aquello que a mí me fascinaba cuando trabajaba en el diario: ver el archivo. Ibas al archivo y pedías, por ejemplo «chacarera», y el archivero venía con unos sobres marrones en papel madera marrón, y ahí tenía, sobre chacarera, fotos, recortes, páginas de libros…Google, ¿sabes? Hago click y tengo lo que quiero. Yo no sé cómo habrá sido la biblioteca de Alejandría, pero esto le empata.