Jean-Pierre Noher ‘sana heridas’ como Simon Wiesenthal en su vuelta al teatro
El actor Jean-Pierre Noher regresó después de 20 años al teatro off para interpretar a Simon Wiesenthal, un sobreviviente del Holocausto que dedicó su vida a buscar criminales nazis en la obra de Mario Diament «El cazador y el buen nazi», que se presenta los lunes a las 20.30 en El Tinglado (Mario Bravo 948).
Dirigida por Daniel Marcove, la puesta se propone reconstruir un encuentro que hubo en Viena entre el llamado «cazador de nazis» y Albert Speer, quien fuera ministro de Armamentos de Hitler y que es interpretado por Ernesto Claudio.
«Hacía mucho que me venían ofreciendo hacer teatro y yo lo rechazaba porque estaba muy volcado al mundo audiovisual, pero cuando leí el libro sentí que esta vez no podía decir que no», contó a Télam Jean-Pierre Noher, quien sintió que era un texto que, con una cuota necesaria de humor, también hablaba de su historia.
Es que el 26 de agosto de 1942, los abuelos que nunca llegó a conocer estaban cautivos en un campo de concentración y entregaron a su hijo de 13 años a un cura que lo ayudó a escapar vestido de monaguillo. Dos días más tarde, el matrimonio sería deportado a Auschwitz y asesinado en una cámara de gas.
Ese niño que salvó su vida casi de milagro, catorce años más tarde se convertiría en el padre de Jean Pierre Noher.
«Creo que toda obra, por el hecho teatral en sí, ya es educadora, algo te deja siempre, pero en está claramente me doy cuenta que cumple un cometido de cierta sanación. En el sentido de ocuparse de la memoria por uno y los que vienen detrás. Yo creo que uno no está en la vida porque sí, sino para dejar algo.Jean-Pierre Noher
«Sentí que la obra me la mandaron mis abuelos», reconoció el actor de «Diciembre 2001» (Star+), «Maradona, sueño bendito» (Prime Video), «El Presidente» (Amazon) y «Monzón» (Netflix), entre otras series de proyección internacional, que desde el año 2000 no hacía teatro de manera sostenida.
Télam: ¿Cómo fue volver al teatro off después de tanto tiempo y con una temática tan potente?
Jean-Pierre Noher: Más allá de la obra, siento que estamos todos particularmente sensibles frente a la vida, que la sensación después de la pandemia es que «zafamos» pero la relación con la muerte es mucho más cercana que antes, eso se percibe. Por eso yo siento que tanto mi personaje como el público que nos viene a ver, todos somos, de alguna manera, sobrevivientes. Hubo momentos muy duros, yo perdí a mi vieja, a Agustín Alezzo, y quizás hacer esta obra es la forma que yo encontré de salir de la pandemia, empezando de nuevo, en el off. Además, yo quería hacerla con Ernesto (que está haciendo «Toc Toc» de miércoles a domingo en el Multiteatro Comafi) porque estudiamos 8 años con Alezzo y nunca habíamos trabajado juntos. En ese sentido, siento que tengo que agradecer que, después de 40 años, tengo la posibilidad de elegir un poco qué quiero hacer de mi vida, no solo de mi trabajo. Y esta obra me conecta con todo eso y me está sanando entre comillas.
T: ¿Cómo fue ponerse en la piel de Simón Wiesenthal?
JPN: Diament estuvo tres veces con él y me lo describió como un tipo muy cholulo, con fotos colgadas en la que se lo ve con posando con un montón de personas famosas, pero también muy simpático y seductor. Y todas esas características las tenía mi viejo, que era el dueño de una fábrica de ropa Prêt-à-porter y viajaba a Europa para ver las colecciones, conducía desfiles y también fue vicepresidente de River. Así que lo construí mezclando todo eso.
T: La obra tiene un humor que, a pesar de la temática densa, no desentona, ¿Cuál creés que es el secreto para que funcione tan bien?
JPN: Hay un antecedente en «La vida es bella», la película de Roberto Benigni donde él le ocultaba el Holocausto a su hijo y ahí hubo mucha polémica acerca de si se podía hablar o no así de esas cosas, hubo gente que detestó la película y a él le terminaron dando el Oscar. En la obra, Diament escribió: «Como la miel que le agregás cuando tenés que tomarte un remedio con gusto desagradable, ¿Qué sería de nosotros los judíos sin el humor?» y esa frase es como si fuese una llave dentro de un tema muy duro que permite que el público se permita reírse.
T: Aparecen los límites del perdón llevados a un extremo…
JPN: En su libro «El Girasol» Wiesenthal habla de eso. En la obra se muestra el encuentro como un partido de póker en el que, a la vez, él le agradece a este tipo que fue condenado y estuvo 20 años preso, la nobleza de ir a hablar, enfrentarlo y discutir estas cosas. Con su trabajo, Wiesenthal logró encontrar y llevar a más de mil tipos frente a la justicia y su fundación sigue existiendo en todas partes del mundo y un poco sentó precedente sobre los delitos de lesa humanidad y con que hay que combatir el negacionismo con memoria, verdad y justicia.
T: ¿Qué devoluciones tuviste del público hasta ahora?
JPN: Que está bueno reflexionar. Creo que toda obra, por el hecho teatral en sí, ya es educadora, algo te deja siempre, pero en está claramente me doy cuenta que cumple un cometido de cierta sanación. En el sentido de ocuparse de la memoria por uno y los que vienen detrás. Yo creo que uno no está en la vida porque sí, sino para dejar algo.
T: ¿Qué proyección tiene esta obra de un tema tan universal?
JPN: Para mí, con esta obra se cierra un círculo. Arrancó muy bien, se está llenando. Ya nos llamaron de Israel, de Nueva York, porque hay judíos en todas parte del mundo (se ríe) y eso me invita a esa famosa frase que me encanta decir: «Creían que nos mataban y nos estaban sembrando». Y yo creo en eso, me parece que es por ahí.