«A buen entendedor, pocas palabras»
Estamos en Francia, mediados del siglo XVII. El cardenal Mazarino anda de intriga en intriga de aquí para allá no tiene paz… Pero {algo} de corazón le queda…
Esta mañana se perturbó al escuchar que un mendigo solicitaba una audiencia con él para pedirle ayuda por todas las desgracias y penurias que estaba pasando. Entonces el cardenal accedió a darle audiencia al mendigo bajo una condición: que sólo se podía expresar con dos palabras…
El mendigo aceptó la condición, y cuando estuvo frente al cardenal resumió sus desgracias en dos palabras: “Hambre… Frío”. El cardenal asintió rápidamente, y apuntando al mendigo le dijo a su secretario: “Comida. Ropas”...
El mendigo salió satisfecho de aquella audiencia, balbuceando, para sí mismo y para la posteridad: “A buen entendedor, pocas palabras”…
Un dicho popular que, dependiendo del contexto, puede tener una connotación positiva o negativa… Y tanto puede ser una advertencia como un insulto…
Claro, por ejemplo, uno pregunta: “Che, ¿cómo te fue en la reunión con tu jefe?”… Y el otro contesta, pulgar con destino a hacia lo alto: “A buen entendedor, pocas palabras”, y queda claro que la reunión fue buena…
El dicho tiene connotación negativa cuando el interlocutor alarga la explicación y no para, hasta que lo frena el otro: “Bueeno, ya está, me quedó claro, che, a buen entendedor, pocas palabras”…
Parece ser no más que una persona inteligente no necesita una explicación demasiado detallada para entender lo que se está diciendo… “¡Síí hacela corta, loco, ya te entendí!”…