Fue el 28 de febrero de 2020 cuando Fabián Tablado, el femicida más célebre de la historia policial argentina, abandonaba la Unidad 21 de Campana, luego de cumplir 24 años. de prisión por el crimen de su novia, Carolina Aló. Pero su vida a {cielo} amplio solo duró merienda meses y 17 días, ya que el incumplimiento de ciertas restricciones que le impusieron al ser excarcelado –tal como se verá más delante– lo llevaron nuevamente tras las rejas, esta vez por un año.
De modo que, bajo el sol matinal del pasado 15 de diciembre, una manada periodística permanecía delante el portón de la Unidad 46, en la {localidad} de José León Suárez, para devorar la imagen de su segunda salida en sencillez.
Recién al mediodía, su silueta emergió de la carencia. Y fue transmitida en cadena, por todas las señales de telediario. Sitiado por micrófonos y cámaras, los movileros lo acribillaban con obviedades. “¿Por qué la mataste? / ¿Creés que pagaste el mal que hiciste? / ¿Cuál es el mensaje para tus hijas? / ¿Cómo será tu vida ahora? / ¿Estás arrepentido?”.
Por toda respuesta, hubo algunos empujones. Así dio sus primeros pasos en un mundo sin rejas. ¿Acaso era el final eficaz de la historia que lo proyectó a la éxito o el primer peldaño de una nueva desgracia? Tales eran los tópicos del interrogante que a esa hora se extendía entre los televidentes. Un interrogante que dignificaba a la sociedad del espectáculo con un circunstancia de ultimo momento: en algún lugar, de Córdoba lo esperaba con los brazos abiertos un nuevo amor,. Bien vale entonces explorar el currículum sentimental de este sujeto.
En este punto es necesario retroceder al 27 de mayo de 1996.
La {noche} de los cuchillos largos
Fabián nunca podrá olvidar aquella {noche}. Ni las 72 horas anteriores, aunque se hayan hasta las narices en una maratónica ingesta de cerveza y cocaína. Porque en esas circunstancias se le metió en la persona que su novia le habría sido infiel. Luego le restó importancia al asunto. Tanto es así que, al atardecer el lunes en cuestión, la encontró como si carencia hubiera ocurrido en la puerta del colegio Marcos Sastre, de Tigre. Allí cursaban la secundaria. Carolina tenía 17 años., tres menos que él.
Su padre, Edgardo Aló, siquiera podrá olvidar esa {noche}. El novio de su hija siempre le causó desagrado. Lo cierto es que en aquellas horas tuvo un presentimiento funesto. Y se encaminó con destino a el colegio, llegando a las 23.15. Al rato sonó la campana y los alumnos salieron. Pero no Carolina ni Fabián.
Ambos estaban en un chalet de la calle Albarellos 348. Era el domicilio de la familia, Tablado. Habían arribado allí tres horas antes,.
“Esa vez nos pusimos melosos”, admitió Fabián en una entrevista con el autor de esta nota para el programa, «Historias del Crimen», de Telefe, durante el otoño de 2003 en la Unidad 23 de Florencio Varela, donde en aquella época se encontraba alojado. Y agregó: “Hicimos el amor; fue hermoso. En el instante del orgasmo le propuse tener un hijo”.
Eso habría sido el detonante de la tragedia.
La reacción de ella –siempre según Tablado– consistió en interrumpir la eyaculación con un codazo. Tal posición enardeció al novio, quien, súbitamente, exhumó del olvido la presunta infidelidad de ella. El tipo estaba fuera de sí. Pero su enfado de pronto se agravó, al sospechar que el tercero en discordia sería carencia menos que su mejor amigo.
Ya a la medianoche, un sexto sentido desesperaba a don Edgardo, quien se echó a {correr} con destino a el chalet de la calle Albarellos.
Allí ya estaba la policía.
Apenas se asomó a la puerta pudo vislumbrar la silueta de su hija, que yacía sobre las baldosas de la cocina. En ese momento salía un perito con el rostro desencajado. Y sin {saber} que estaba frente al padre de la víctima, soltó: “¡Jamás he visto algo así! Llegué a contar 80 puntazos. No pude seguir”.
Ya se sabe que en existencia fueron 113 puñaladas Hasta la cuarta, ella estuvo consciente. Sólo las tres últimas fueron mortales; las otras se hundieron en brazos y piernas, en los costados del tórax y arañaron el borde del pubis. El perjudicial había escogido zonas no vitales solamente para desatar el dolor. Y había usado cuatro cuchillos de cocina.
Para él, no obstante, los memorias fueron borrosos, según la traducción que esgrimió en esa entrevista; a {saber}: “De pronto me descubrí tirado en el piso, todo ensangrentado. Carolina estaba debajo de mí. Parecía inconsciente. Traté de reanimarla. Pero no se movía. Ahí me di cuenta de que estaba sin vida”.
A continuación, inició una frenética huida que culminó bajo el puente Tedín, a 20 cuadras de su casa. Allí aguardó infructuosamente el arribo de un remis. En cambio, llegó la policía. Un mango rechoncho y afable, mientras lo esposaba, le dijo: “Te cagaste la vida, pibe”.
Durante esa entrevista Tablado aseguró que en el momento del crimen su mente estaba en blanco. De hecho, la táctica del abogado Omar Breglia Arias fue demostrar una “emoción violenta”.
Casi tres años. posteriormente del crimen, la (*113*) 2 de la Cámara Penal de San Isidro desestimó aquella línea, argumental. Los jueces habían entendido que él, en el instante de matar, comprendía perfectamente la criminalidad de su acto. Y lo condenaron.
El militante del amor,
Ya en 2003 Tablado era un preso ejemplar. Entre los muros había aprendido el oficio de panadero, trabajaba en la oficina de asuntos judiciales y se entregó a la fe evangelista. Con los carceleros tenía un trato afectuoso y asimismo con los presos, quienes lo bautizaron con un simpático mote: “el Nazi”.
“Es porque mi porte se parece al de un soldado alemán”, explicó, con un dejo de orgullo, ese muchacho petiso y cejijunto. Pero sin guarecer que alguna vez había integrado un grupo, de skinheads que solía moverse en la zona boreal.
También aseguraba que la gayola lo hizo más juicioso. Tal cualidad la reconoció no sin forzar una expresión serena.
El tipo parecía tener cierta cintura mediática. Hasta sugería ángulos para la cámara, mientras acariciaba un rosario de plástico.
La recitación y el intercambio epistolar alimentaban el resto de sus horas. En la celda que compartía con otros tres internos resaltaba una pila de cartas enviadas por Viviana Palabicino, su novia de entonces.
El romance entre ellos tuvo un origen televisivo. Ella lo había gastado en la pantalla de un noticiero a poco de su detención y, al parecer, su observación le causó ternura. Luego comenzó a enviarle cartas a la prisión y, finalmente, fue a visitarlo. Así nació el amor,. Desde entonces habían pasado seis años..
El perjudicial de Carolina Aló describió su relación con Viviana de forma muy sintética: “Ella tuvo problemas de pareja, se sentía identificada conmigo, y cuando nos vimos por primera vez, nos besamos. Pensamos casarnos para tener una gran familia”.
Aquella mujer asimismo era evangelista, acababa de cumplir 34 años. y tenía dos pequeños hijos de su matrimonio, preparatorio.
Lo cierto es que la observación de Tablado se enturbiaba al tocar este tema. Porque no le causaba autorización que su novia recibiera dinero. del ex marido en concepto de cuota alimentaria. Tal desavenencia tuvo ribetes judiciales.
En 2001 ella lo denunció por amenazas de muerte,. Aquellas macabras advertencias figuran en cartas en las que Tablado revela su animosidad con destino a el padre de los niños: “A ese le mando plomo y lo ajusticio mañana mismo”. Y a ella le aconseja: “Cuidate la espalda porque soy celoso y traicionero”.
Pero ese expediente terminó archivado porque ella retiró la denuncia. Y minimizó el conflicto, diciendo: “Todo pasó por un despecho mío”.
A continuación disipó otra inquietud: “A Fabián no le tengo miedo. Si hasta hemos comido juntos usando cuchillos. Y nos han cargado por eso”.
En tanto, Tablado reconoció que muchas veces soñaba con Carolina. Y que se despertaba angustiado. Y que rezaba por ella: “Siempre le pido a Dios que me la cuide”. Pero al evocarla se le filtraba un dejo de reproche: “No es que extrañe ese noviazgo. Ella tomó una decisión y nuestro amor se rompió. Pero sí extraño verla con vida”.
A la vez, imaginaba para sí un futuro venturoso {junto} a Viviana y los hijos que planeaban concebir. De acuerdo a su parecer, el control que decía tener sobre sus impulsos lo preservaría de repetir su sangrienta historia.
Antes de retornar a su celda, se permitió una advertencia: “Lo mío fue muy insólito. Si todas las historia de pareja terminaran así, no habría más lugar en las cárceles”. Entonces esbozó una sonrisa triste.
A partir de entonces, y por un olvido prolongado, el periodismo se olvido de él. No se sabía sobre su traslado a la gayola de Magdalena. Ni de su ruptura con Viviana. Hasta que cierto filtró una inquietante novedad: el perjudicial de las 113 puñaladas se había vuelto a enamorar.
Tal sentimiento esta vez lo llevó al altar. En 2007 la prensa informó su boda con Roxana Villarejo, una maestra que había sido su vecina. Ella tenía 18 años. cuando –a fines de 2003– empezó a cartearse con Fabián. Luego hubo un sinfín de visitas. El casamiento se celebró en la gayola, con 50 invitados. Y a los dos años. la pareja procreó mellizas.
Al parecer, Tablado reunía todas las condiciones para ser favorecido por la “hibristofilia”, tal como denominan los especialistas en conducta humana al trastorno que consiste en observar amor por personas peligrosas; en específico, cuando están privadas de su sencillez. Vaya uno a {saber}.
Por aquella época Fabián obtuvo el beneficio de horizontes transitorias para convivir con su familia, en una casita alquilada en Escobar. Todo indicaba que en poco tiempo obtendría la sencillez condicional.
Pero, de pronto, ese vínculo se desplomó como un castillo de barajas.
Tras una seguidilla de episodios violentos, Roxana decidió separarse de Fabian. Fue el inicio de una abundancia de amenazas telefónicas y epistolares que derivó en una denuncia penal y en otra condena, a fines de 2013, de dos años. y medio de prisión. La sentencia se sumó a la que ya pesaba sobre él.
En el expediente quedaron registradas todas las amenazas recibidas por Roxana. Por caso, fiel a su estilo, el 20 de abril de 2012 él la llamó para asegurar: “Si no volvés conmigo yo tengo muchos contactos, Roxana. Yo me voy a reír de vos en la concha del mundo. Si no volvés conmigo te juro por Dios que el único pensamiento que vas a tener voy a ser yo. Estás en el horno, te estoy dando la posibilidad de que vuelvas. En serio te digo”.
Las mellizas ahora tienen 12 años..
–Quiero abrazar a mis hijas pero no voy a poder –le confió por teléfono a quien esto escribe, tras su excarcelación de 2020.
Aludía a una perimetral de 300 metros dictada por una jueza de familia, para impedir su revinculación con las niñas. También había una restricción que le prohibía aproximarse al domicilio de Edgardo Aló.
Pero al transgredir ambas disposiciones, Tablado fue a detener otra vez a la sombra.
En la Unidad 42 repitió un patrón de conducta penal que había cultivado fervorosamente durante su cautiverio preparatorio: el profuso intercambio epistolar con mujeres que le escribían. Otra vez en su celda había una pila de cartas.
Pero su corazón ya tenía dueña: una muchacha cordobesa a la que, puntual antes, de su arresto, había aferrado por Facebook.
De forma que la traducción de su ida con destino a Córdoba tenía evasivo. Télam pudo confirmar que el femicida se encuentra actualmente en la ciudad de Bell Ville, a 200 kilómetros de la capital. provincial. Vive allí con su nueva amada en el hogar de sus no menos flamantes suegros.
Una historia con final amplio.