La pérdida más intransitable
¿Por qué la partida de Diego era factible y aún en las imaginerías más optimistas, era avizorada excesivamente lejana?
Factible, desde luego, por lo que se sabía, por lo que presumía con visos de sinceridad y por lo que se deducía.
Si se quiere, por el camino de la razonamiento formal: Maradona tenía 60 años., pero su detrimento excedía con holgura la mera influencia de la cronología biológica. Un corazón castigado, sobrepeso, dificultades respiratorias, limitaciones neuromusculares, sigan firmas.
Y si todo eso fuera poco, cuidados brumosos, deficientes, que dejaban mucho que desear y poco o nulo se correspondían con la entidad misma de Maradona y con la red de contención que se descontaba debería de serle propia.
Las últimas imágenes de Diego en público, fueron penosas y evitables: ¿qué sentido más que el del rendimiento demagógico, cuando no crematístico, abiertamente cruel, tuvo la tristemente exposición en la cancha de Gimnasia, el día de su final cumpleaños?
Nadie, nunca, nadie, supo o quiso dar una explicación honesta, concorde, íntegra. En sus conciencias pesará.
Pero el fenomeno más paradójico nos remite a una tautología más argentina que la argentinidad misma: Maradona es Maradona.
Y como Maradona era Maradona, su abandono física se perpetuó como un inútil de digerir. Siempre pulsó y prevaleció el pensamiento mágico de una recuperación más, de una convalecencia más, de una revitalización más, de una refundación más. ¡De una vida más!
Como Maradona y la encanto siempre se habían llevado correctamente, maravillosamente correctamente, en el simétrico hechizo del homólogo, del espejo, del equivalente, quisimos, elegimos querer o se nos impuso la ilusión de que Diego sería infinito.
No contemplamos -quién iba a reparar en las precisiones etimológicas de la RAE- que ilusión deriva de iluso y que comporta cierta inocencia. Que las cosas suceden o no suceden sólo porque las deseamos de tal o cual modo.
Tanto jugamos con la metáfora del Dios/Diego, tanto jugamos con su quimérica literalidad, que un 25 de noviembre nos desayunamos con que la semidiós era semidiós (es, será) sin dejar de ser el Pelusa de Villa Fiorito.
¡Y resulta que el Pelusa de Villa Fiorito era mortal!.
Ha pasado un año, de la muerte, de Maradona no hemos regresado y vaya a {saber} si algún día podremos regresar.