En la Convención de Ejecutivos de Finanzas, el economista dijo que el presidente necesita un ministro para la emergencia, como Hernán Lacunza
Sin un poder mostrar un acuerdo con el FMI y con una hacienda aquejada por la inflación y los corcoveos del dólar, los días de Martín Guzmán al frente del Ministerio de Economía son cada vez más tensos. A esto se suma una musculoso interna con el ala kirchnerista del Frente de Todos por el la cuestión del deuda fiscal. Por eso, hay quienes lo ven en la cuerda floja. Tal es el caso Juan Carlos de Pablo, quien lanzó durísimas declaraciones sobre el funcionario.
«Guzmán está chequeando por el celular si todavía es ministro o le pregunta a sus colaborados si saben poco. Están todos los ministros paralizados, omitido Feletti, que está muy activo«, disparó De Pablo este viernes en la 42 Convención Anual del Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas.
El comentarista mediático y asesor afirmó que para ser ministro hay que ser «como un médico principal de gendarme», poco que, en su opinión, estaría remotamente del estilo de Guzmán. «Yo siempre le digo a mis alumnos en la universidad que, si quieren trabajar en política económica, piensen en el principal de gendarme de un hospital: le tiran 40 heridos en dos horas y el tipo no elige a los pacientes, tiene que tomar decisiones muy jodidas con información incompleta. Si tu estómago no te permite trabajar así, dedicate a otra cosa», señaló.
De Pablo fue más allá y afirmó que Alberto Fernández debe designar sin demoras otro ministro de Economía para transitar lo que resta de su mandato. «Un Lacunza de dos años.«, subrayó De Pablo en remisión a Hernán Lacunza, el ministro designado por Macri para reemplazar a Nicolás Dujovne tras la derrota electoral de Cambiemos y en medio de un desbande de la hacienda.
Crisis y horas difíciles para Guzmán.
La peligrosa interna entre Guzmán y el kirchnerismo
Habrá que estar atentos: Martín Guzmán jugó musculoso en la interna oficial. Apenas regresado de Europa, donde mantuvo una dura negociación técnica con el Fondo Monetario, repudió enfáticamente la posibilidad de que la Argentina vaya a pedirle un waiver (perdón) al organismo para prorrogar los próximos vencimientos de la deuda. La traducción había surgido de la propia delegación que acompañó a Alberto Fernández a Roma y a Glasgow. Aunque cerca del ministro creen que, como ya ocurrió, es el kirchnerismo «duro» quien está detrás de esas operaciones.
Guzmán cree que no hay beneficio para ninguna especulación. Sostiene, entre sus colaboradores, que el Gobierno está obligado a durar a un acuerdo con el FMI tan pronto como pasen las elecciones.
Se sabe: el titular de Economía sostenía que ese pacto debía refrendarse aun antaño de las elecciones como forma de evitar cualquier volatilidad en el frente cambiario. Algo que está sucediendo ahora mismo, con subas en las distintas cotizaciones del dólares y con pérdidas de reservas, una dinámica que a su vez potencia el clima de incertidumbre.
Guzmán está convencido de que todos los rumores y la retraso en la negociación empeoran el escenario.. No está para ausencia de acuerdo con proyectar una táctica que, en vez de allanar, ponga más piedras en el de por sí alborotado camino en dirección a el acuerdo.
Desde el kirchnerismo «duro» tienen una hoja de ruta diferente. El «ala política» que rebate a Cristina Kirchner tiene como remisión la negociación que el propio Néstor Kirchner llevó a límite con el Fondo a comienzos de su mandato.
Entre los dirigentes kirchneristas hay un convencimiento de que esa dureza, que incluso alcanzó a los acreedores privados, le deparó a NK una papeleo virtuosa.
La idea de que con el Fondo se negocia «mostrándole los dientes». Que el FMI se tiene que hacer cargo del préstamo histórico que le concedió a Mauricio Macri admitiendo una descuento en la sobretasa que le imputa a la Argentina por deber excedido su cuota y una extensión de los plazos de los créditos.
Funcionarios de Economía advierten que debería acordarse con el FMI durante el verano
Ninguna de las dos exigencias del gobierno argentino prosperó tras las negociaciones en Roma, a pesar del aliciente de los países que integran el G-20, a pedido de la Argentina.
Desde el kirchnerismo «duro» confían en el denominado «surtido de la cagueta», por el cual -tomando el caso de dos autos andando por una ruta a toda velocidad, uno de ellos finalmente se echará a un costado para evitar una colisión. Lo mismo puede pensarse de una negociación que es a todo o ausencia.
Si éste fuera el caso, la envite del kirchnerismo es que, a punto de chocar, sea finalmente el Fondo quien se salga de la ruta.
¿Por qué lo haría? Por la impresión de que el FMI no quiere aparecer en presencia de la comunidad internacional como responsable de un estallido de la crisis en la Argentina, posteriormente de deber violado su propio estatuto (en el mega préstamo de 2018) y con una pandemia que recién ahora parece apaciguarse.
Los críticos de esa teoría -entre los que tranquilamente podría estar el propio Guzmán, que prefería un acuerdo antaño de las elecciones- señalan que el gobierno de «Los Fernández» hicieron poco por avanzar en la negociación. Y que, a diferencia de lo que sucedía hace un año, en plena pandemia, ahora existen menos incentivos para mostrarse colaborativo con el Gobierno.
Por lo pronto, lo que está perfectamente claro es que la Argentina ya no dispone de reservas para afrontar los pagos que caen a partir de 2022.
Y eso incluso lo sabe el FMI, que juega su parte a que el Gobierno no va a caer en default, por el contrapeso financiero e institucional que ello depararía.
El próximo vencimiento aparece el próximo 22 de diciembre, que será abonado con los mismos DEGs que el FMI le dio a la Argentina hace algunas semanas.
Para los vencimientos de enero (u$s731 millones) y de febrero ya no quedan demasiados dólares en las reservas. El cálculo de distintas consultoras indica que hay una existencia en torno a los 5.000 millones de dólares. Ni conversar para la obligación de marzo (u$s2.870 millones).
Por eso mismo, los funcionarios de Economía advierten que debería acordarse durante el verano. Antes del vencimiento del 22 de marzo.
Fue lo que en su momento les comentó el Presidente a los principales empresarios del país, con quienes compartió un extenso tentempié en la Casa Rosada. Sin bloqueo, desde ese momento, no hubo ningún acercamiento efectivo con el organismo.
En este contexto, las cotizaciones de los dólares «libres» se dispararon, y la brecha se ensanchó.
El «contado con liqui» sin intervención del BCRA terminó en torno de los $218, por encima del paralelo, que ya quedó a un paso de los $200.
Igual de preocupante es la pérdida de reservas: el BCRA volvió a estar en rojo en el mercado. Ayer miércoles fueron u$s40 millones. Pero desde el jueves de la semana pasada, la cuenta marca un deuda superior a los 400 millones de dólares.
Está más que claro que así no se puede seguir. De ahí que Guzmán hace múltiples intentos por sofocar las versiones que salen desde el propio Gobierno y que él siente que juegan en contra de las expectativas.
Entre los dirigentes kirchneristas hay un convencimiento de que hay que ponerse duros frente al FMI
Ya se sabe que la suba del dólar blue tiene impacto gafe en las expectativas de corto plazo, pero incluso pega en los precios. No de forma directa, pero sí está claro que al cercar el ingreso de importaciones, el Gobierno termina por convalidar incrementos muy fuertes en los precios de aquellos productos o insumos a los que les pone trabas para entrar al país.
Lo dicho más hacia lo alto: Guzmán está convencido de que la firma con el FMI sería estabilizador de la crisis cambiaria.
Y que sería la secreto para evitar males mayores, como una eventual salida de depósitos desde los bancos, que por ahora sólo se percibe en cuentagotas.
En ese acuerdo estuvo trabajando todo este año, hasta que Cristina Kirchner dio la orden de posponer el obstrucción de las negociaciones hasta posteriormente de las elecciones de noviembre.
El problema que ahora enfrenta el Gobierno es que la dolarización se aceleró, y se corre el peligro de que la posición en reservas del BCRA quede más debilitada.
Una devaluación está fuera del radar del oficialismo por la sencilla razón de que ese escenario. no sería soportable para la sociedad, ya contrariada por la inflación interanual del 50% y la pobreza que pega en casi la porción de la población.
¿Y entonces? El mensaje desde Economía en dirección a la interna es persuasivo: ya no queda tiempo para corcoveos. Ni para proyectar el «surtido de la cagueta».
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