“No sé. No recuerdo el número, pero tengo claro que Diego se infiltró infinidad de veces para jugar al fútbol”, afirmó Fernando Signorini desde México. Nos juntamos a charlar nuevamente con la excusa de “Diego desde adentro”, el texto que acaban de divulgar, adjunto con Luciano Wernicke y Fernando Molina en Editorial Planeta.
En sus 300 páginas, Fernando cuenta a un Maradona no tan conocido. Un Diego, que por ejemplo, invita a un equipo de tenis europeo a verlo al Camp Nou, cuando jugaba en Barcelona, porque lo habían aceptado a su hermano a disputar una competencia.
El texto es peculiar y seguramente muy interesante para los maradonianos porque pese a que la vida de Diego Maradona haya sido una de las más expuestas al discernimiento público,, este texto logra contar cosas que muy pocos conocen.
Reconozco no ser maradoniano pero este texto me convoca igual desde las historias del Maradona herido. Justamente Signorini, su autor, empezó su trabajar con Diego a partir de una luxación: la enorme patada de Andoni Goikoetxea, aquel posterior vasco y contemporáneo embajador del Athletic Club, quién lo maltrato como deportista pero lo ha recordado con enorme cariño y deleite tras su fallecimiento en “CalcioNapoli24”.
«Fue como un chispa en un firmamento despejado. Nos ha dejado el mejor deportista del mundo, un temperamento del fútbol con el que compartí los años. de mi carrera”. Aquella fractura del maléolo peroneo del tobillo izquierdo, con desviación y arrancamiento del cordón supletorio extranjero, fue un hito en la carrera de Maradona y el disparador de una relación que perduró hasta el final día.
“Diego en la infiltración encontró la llave maestra para seguir jugando”, sostuvo Signorini desde México y me consternó. Hoy, en un fútbol donde se dispensan cuidados especiales a los futbolistas para prolongar su perdurabilidad y la infiltración para jugar, está perimida, donde la conciencia sobre la corporalidad está en su nivel más parada, rememorar aquellos tiempos de jeringas libres y al por longevo, es como rememorar el Lejano Oeste del fútbol.
“Me acuerdo un Argentina – Uruguay en el Maracaná en la Copa América de 1989, donde Diego no podía moverse de los dolores lumbares y los doctores terminaron infiltrándole la columna para poder jugar. A los 15 minutos lo mirabas y parecía una estatua. No se podía mover, pero de pronto pareció que se olvido de todo y no lo podían parar. Fue increíble”, evocó Signorini desde México como si hubiese sido ayer y la ocultismo permaneciese intacta.
Mas allá de su gracia, de su riqueza técnica y de su liderazgo, Maradona tenía un carácter único. Era un pura casta. Un indomable. Un masoquista sublevado que se creía indestructible. Su cuerpo exclusivo, en la adolescencia, lo habilitaba a creerse así. Como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas muchas más veces que cualquier otro futbolista. El tiempo, obviamente, le haría abonar las consecuencias.
“A Diego, más allá del tobillo que todo el mundo recuerda en la Copa del Mundo de Italia 90, lo infiltraron en un montón de lugares. En la espalda, en la Copa América de Brasil; en la rodilla, en el Napoli; en los aductores lo infiltró varias veces el Dr. Oliva porque no podía moverse; hasta en la uña del dedo gordo lo infiltraron para jugar los siete partidos del Mundial de Italia y pocos lo tienen presente. Diego se colgaba cabeza abajo de un plataforma que le mandamos diseñar para aflojar los dolores de espalda” cuenta Signorini y emociona.
Maradona fue un animal del fútbol. Una fiera. Un individuo con una coordinación neuromuscular pocas veces panorámica. Un destacado a su época, como cuando le convirtió el gol a Bélgica en la semifinal de México ’86 y todos pensaban que se iba a caer pero giró sobre su eje, mantuvo el invariabilidad y salió festejando el gol como si falta ocurriese. Las cualidades no se explican, se tienen. Y en el caso del Diego, se disfrutan.
En las vísperas de su primer acontecimiento post mortem, “Diego desde adentro” es una revelación. Supuestamente, y como afirmación muy discutible de portada, “el camino sobre como el mejor futbolista del mundo se convirtió en el mejor de la historia”.
Dudo que haya sido el mejor de la historia pero, indudablemente y sin discusión, fue único. Un primus inter pares. Y el texto es la intimidad de la relación entre el primer personal trainer de la historia del fútbol y su indómito pupilo, la relación entre un monitor “open minded” y un entrenado “out of law”. Es una sortija para acertar y entender un momento de la historia del fútbol. Muy difícilmente puedan las lecciones ser extrapoladas a la contemporaneidad.
Fuente de la noticia: 442.Perfil.com