Si perfectamente es necesaria la automatización, la revolución y el cambio de arquetipo generado por la tecnología debe estar al servicio de nuestro crecimiento
Nunca nos imaginamos comenzar una columna sobre tecnología con esta ya antigua pregunta, tan alejada de nuestro mundo y tan pariente al reino animal y a la oralidad popular: ¿qué es primero, el huevo o la gallinácea?
Este cuestionamiento nos permite hacer una similitud entre las soluciones tecnológicas (llamémoslas «huevo», sin ofender a nadie), hoy tan perfectamente conocidas por el mundo empresarial que se vio frente a la escazes imperiosa de conformarse a la transformación digital.
Por otro flanco, tenemos a la «gallinácea«, que en este caso son las deposición de los clientes para poder en realidad cambiar su civilización, hacerse más innovadores y transformarse efectivamente, agilizando y automatizando procesos.
Lamento dar aquí por terminado este dilema antiquísimo ya que la respuesta es simple: primero siempre es la gallinácea. Antes que carencia, las deposición del cliente y luego las soluciones a medida. Y este punto no es último, las soluciones como en la vida misma no son estancas.
La secreto está en el fuego de la interacción clientes/asesor; no viene de antemano. Es una maña interactiva, compleja y rica donde la alternativa es una construcción siempre diferente, surgida de la experiencia y del intercambio.
Pero para eso tenemos que entender al cliente, su civilización, su negocio, qué necesita en realidad y luego evaluar cómo la tecnología puede colaborar en su crecimiento y mediante qué herramientas.
La relación entre la empresa y el asesor es secreto para implementar tecnología en una compañía.
La automatización y sus límites
Habiendo resuelto este dilema existencial nos hacemos otra pregunta: ¿Dónde queda lo humano en todo este proceso de transformación digital empresarial? Quienes trabajamos en tecnología escuchamos en reiteradas oportunidades que se ve a la automatización de procesos como una amenaza para la humanidad.
Pero nosotros sabemos que es todo lo contrario. Que si perfectamente es necesaria e imprescindible la automatización -y nosotros trabajamos día a día para eso-, la revolución y el cambio de arquetipo generado por la tecnología debe estar al servicio de nuestro crecimiento como personas (mejorando nuestra calidad de vida), como empresas (mejorando nuestro negocio), sociedades (mejorando nuestra convivencia), países (mejorando la transparencia) e incluso como planeta (mejorando sustentablemente nuestro hábitat).
Solo por citar un ejemplo de este zaguero punto, la buena utilización de pronóstico inteligente y el manejo táctico de la data puede suscitar la reducción de residuos en un 20%.
Es obligatorio que estamos viviendo una revolución y un cambio radical de paradigma, hay un maniquí de cambio de tendencias de consumo en todas sus formas y la inteligencia fabricado; el estudios espontáneo, la automatización inteligente; la modernización de aplicaciones y la abundancia nativa; entre otras soluciones, están a nuestro servicio. Hoy somos «data lovers», estamos enamorados del cantidad y hay que potenciar ese simpatía y usarlo para nuestro bienestar.
Fernando Zerbini: «La secreto está en el fuego de la interacción clientes/asesor; no viene de antemano».
Cerramos estas reflexiones con tres respuestas, primero está el cliente y sus deposición concretas, luego las soluciones tecnológicas a medida, devenidas de la relación asesor/cliente y por zaguero las mismas deben necesariamente hacernos mejores personas y empresas. Todo un camino por hacer, un gran desafío para transitar. Siempre con lo humano como ártico.
Te puede interesar
(*) Cofundador y director de táctica de Nubiral.
Fuente de la noticia: iprofesional.com