El agro, un sector crucial para Argentina
Según un informe elaborado el año pasado por la Federación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (Fada), durante los seis primeros meses de 2020 las exportaciones agropecuarias argentinas resultaron en el ingreso de 20.000 millones de dólares estadounidenses para el país, lo que representa según la misma fundación hasta el 74 por ciento de las exportaciones totales de la Argentina (algo muy posible si se tiene en cuenta que durante todo el 2020, y en el contexto de la gravísima crisis de salud mundial que estamos padeciendo, las exportaciones argentinas no alcanzaron por poco los 55.000 millones de dólares).
Aunque las exportaciones durante el primer trimestre de 2021 han aumentado un 13,1 por ciento con respecto al mismo periodo del año pasado a nivel general, sin duda el sector primario continuará teniendo un peso nada desdeñable en la economía argentina, a pesar de tener por delante importantes retos.
¿Qué exporta el agro argentino?
Atendiendo al informe de la Fada anteriormente mencionado, podemos decir que Argentina destaca en la exportación de los siguientes productos; es la primera exportadora de dos productos derivados de la soja, a saber, harina y aceite (el primero de los cuales es una importante fuente de proteínas y el segundo es muy beneficioso siempre que se tome crudo) la segunda exportadora mundial de maní (conocidos en otras partes como cacahuetes) y la tercera de dos alimentos tan consumidos como el maíz y la soja en grano.
Como cuarto producto de exportación argentina tenemos la cebada cervecera, y no es de extrañar, ya que según los ingenieros agrónomos se espera que para el ejercicio 2021-2022 se planten no menos de un millón de hectáreas de este cereal, que produzcan la friolera de 4,5 millones de toneladas de grano que irán destinados a tres mercados principales, nuestros vecinos Brasil y Colombia y al otro lado del pacífico el gigante chino.
Y por supuesto, para cerrar la lista de los cinco productos de exportación argentina por excelencia tenemos la carne de vaca, ya que las cerca de 54 millones de cabezas de ganado bovino sitúan a Argentina en el top tres de países con mayor número de vacas en todo el planeta (aunque en número de cabezas bovinas por habitante están perdiendo posiciones con respecto a países como Uruguay), no por nada Argentina es famosa por sus asados.
Pero no todo son buenas noticias para la industria primaria nacional, ya que el aumento del precio del petróleo repercutirá necesariamente en la rentabilidad de un sector que también deberá apostar por energías renovables en vista de las amenazas cada vez más comunes del fin del petróleo barato (la tensión internacional en torno a los países productores de crudo junto con las necesidades energéticas cada vez mayores de mercados como el chino o el indio explican en gran medida la carestía cada vez mayor del petróleo).
El petróleo, un bien fundamental que no deja de subir
Y es que comprar petróleo, o venderlo, no es sólo un asunto para que negocien traders o inversores (que negocien siempre que sepan emplear bien herramientas como el apalancamiento, claro está), ya que su precio influye y mucho en los precios finales de prácticamente cualquier producto, y por supuesto los productos del campo no iban a ser menos.
Teniendo en cuenta que el barril de petróleo Brent ha subido más de un 200 por ciento desde el 1 de marzo del año pasado, y que el barril de petróleo WTI ha pasado de valer 18 dólares en abril a los 64 dólares actuales, es lógico pensar que tendrá una repercusión negativa en toda la cadena de producción, sobre todo en unos sectores que dependen tanto de la mecanización como son la agricultura y la ganadería, que han logrado en los últimos dos siglos multiplicar la producción con una participación humana mínima.
El aumento del precio del carburante tiene dos efectos perniciosos principales; el primero es que detrae recursos de los consumidores finales de los productos agropecuarios, los cuales deben dedicar un mayor porcentaje de sus rentas para llenar los depósitos de sus automóviles, y el segundo es que al añadir mayores costes al proceso de siembra, recogida y transporte el resultado final es que se encarecen los artículos que terminan en las baldas de los supermercados.