Christian Leblebidjian
Quizás el cambio ofensivo más significativo para Lionel Scaloni en la selección argentina durante el partido con Paraguay haya sido el ingreso de Giovani Lo Celso por Palacios. Pero no tanto por un cambio de características o porque esa modificación haya mejorado el juego durante ese primer tiempo o haya cambiado el sistema táctico del equipo. No. La selección aburría antes de ese cambio y después siguió aburriendo. Lo que sucedió con ese cambio de nombres fue que Nicolás González (que tomaba el rebote en los córners) fue a cabecear (responsabilidad que tenía el lesionado Palacios). En el nuevo reparto de roles, Lo Celso ejecutó el tiro de esquina entre el primer palo y el punto de penal y el delantero de Stuttgart lo transformó en gol.
Pero la selección sigue aburriendo. Ataca mal y, por eso, no genera situaciones de gol. Ni claras ni aproximaciones. Scaloni amontona características de jugadores que se superponen en lugar de complementarse, algo que ya fue apuntado por LA NACION en la fecha FIFA anterior. "Si hubo un común denominador en el ciclo de Scaloni fue que el entrenador se inclina por juntar entre los titulares a futbolistas con buen pie, habilidosos. Lo que se observó ante Ecuador, en el triunfo 1-0 en la Bombonera, en la presentación por las Eliminatorias Sudamericanas, no fue la excepción. Pero también se repite desde la imagen es que el DT debería definir mejor los roles en el equipo para que las características se complementen y potencien (en lugar de superponerse)", se publicó el 9 de octubre pasado. Las buenas intenciones de Lo Celso en el segundo tiempo de este jueves ante Paraguay, las de ser nexo y ubicarse sin superponerse con compañeros, no modificaron la ecuación global.
Ante Paraguay, el equipo volvió a quedar expuesto en la falta de ideas, en un ataque que se enreda en la falta de cambios de ritmo y rebeldía. La Argentina salió a jugar con un esquema 4-1-3-2, con Nicolás González como lateral izquierdo, Paredes como 5 de referencia; De Paul, Palacios y Ocampos por delante, y Messi y Lautaro Martínez como puntas.
Eso, en los papeles iniciales, aunque luego Messi terminó como un "triple 5". Como la pelota no llegaba al 10 (o él no esperaba que llegara), el capitán terminó bajando a la altura del círculo central para recibir al pie de Paredes o De Paul. Eso aumentó la superposición y los ataques en inferioridad numérica. Y, en esa primera etapa, se vio una posesión del balón de casi el 70% que abrumaba. El único que había modificado la tendencia era Martínez Quarta, con un anticipo ofensivo que luego lo encontró tratando de finalizar como 9 en el área de Paraguay.
Hay dos páginas del manual que la selección argentina no termina de comprender
La Argentina tiene un ritmo de juego que duerme a los hinchas. No hay aceleraciones, no hay cambios de ritmo. Las pausas se quedan sin descargas, nadie pica al espacio, nadie pivotea para generar un ataque respaldado con triangulaciones. A una pausa la siguen otra pausa y una nueva pausa. La tenencia lateral y la paciencia pueden ser positivas si el ataque tiene un fin, un camino elegido para aprovechar las fortalezas de las características argentinas, pero eso no ocurre.
Lautaro Martínez, el 9, el que debe finalizar la mayor cantidad de situaciones de ataque, casi no tocó la pelota. Según los datos de Opta, apenas hizo 8 pases. No lo buscaron para pivotear, y menos para dejarlo de frente al arco. Tuvo un par de ocasiones, solamente: una corajeada individual tras un pelotazo largo de González y un cabezazo a las manos del arquero tras un centro invertido de Di María con zurda desde la derecha.
Si se toman como referencia las situaciones de riesgo que generó la selección en los últimos tres partidos, apenas fueron 9, un promedio de tres por encuentro
Parecería que Argentina encuentra lo más claro lo encuentra cuando va a la desesperada, con más instinto que plan: y así se vio como el mejor ataque la jugada que luego se le anuló a Messi por un foul de Nico González a Ángel Romero en el comienzo de la acción. Más allá del gol anulado, en ese caso no hubo superposición en el ataque: Nico González avanzó por la izquierda, Lo Celso lo hizo por los carriles intermedios y Messi pisó el área llegando desde atrás. No valió como triunfo, pero sí debería servirle al cuerpo técnico argentino para planificar los próximos partidos. De todos modos, fue la excepción: las situaciones de riesgo que generó la selección en los últimos tres partidos, apenas fueron 9, un promedio de tres por encuentro, contadas entre ellas el penal frente a Ecuador y el gol de pelota parada a Paraguay.
Argentina no hace goles, pero el problema es más profundo. No es que la selección erra goles: no genera. Si un equipo cuenta con Messi, Paredes, De Paul, Palacios, Lo Celso, Ocampos y Lautaro Martínez (después, Alario), no puede fabricar tan poco. Scaloni, mientras tanto, se preocupa demasiado en discutir los fallos de los árbitros durante los partidos en lugar de prestarle más atención al juego. Las individualidades no se rebelan, pero la estructura colectiva, el plan de juego del DT, tampoco las potencian. Por eso, entre otras cuestiones, la Argentina no mejora en el ataque y sigue sin producir chances de gol.
Por: Christian Leblebidjian ADEMÁS
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Fuente de la noticia (La Nacion)