Estamos transitando un camino en el que no hay confianza en la moneda, con políticas que en vano intentan solucionar apenas la situación del día de mañana, y sin ni siquiera un plan con objetivos de mediano plazo que avizoren un horizonte. En estas circunstancias se abre el lugar para que el oportunista aproveche y opere, y que prospere el que le encuentra "la vuelta" a cada nuevo desequilibrio. Así surgen en este inestable y riesgoso medio para hacer negocios los peces expertos en nadar en aguas turbias.
Pareciera que la norma es: "Quitar para redistribuir". ¿Quién quita y quien distribuye? ¿Con qué criterios? ¿Con qué legalidad? Pero ahí, cerca del que decide las respuestas a estas preguntas, es donde se ubica el oportunista.
La génesis de las últimas medidas que modificaron los Derechos de Exportación (DEX) probablemente comenzaron en el caso Vicentin. Una empresa concursada, con enormes problemas económicos, patrimonio neto negativo, pero con un "buen lejos" para la mirada del gobierno actual, que creía que estaba poniendo un pie en la actividad de la soja, nuestra principal exportación nacional. Cuando se dieron cuenta en dónde estaban entrando, tocaron retirada, y todas las ínfulas por acceder a la empresa por los métodos que sean, se fueron disipando. No valía la pena.
Vicentin: contrató a un banco internacional para que le busque inversores
Acceder a los dólares de la soja por parte del Gobierno es una suerte de desordenada búsqueda del tesoro, con las ansiedades que despierta el hecho de creer no poder encontrarlo nunca. Pero la pista de la soja vía la ruta Vicentin era falsa, y el Gobierno se quedó desilusionado. No estaban ahí los "dólares de la soja". ¿Pero dónde están entonces? La desesperación y desorientación que mostraba el Gobierno con la hoja de ruta en la mano, la mirada perdida, y un GPS mal calibrado, eran indicios bien claros que era el momento de actuar. Momento ideal para el oportunista.
Esta vez, el sector exportador le señaló donde están los dólares del campo y cómo acceder a los mismos de manera rápida.
Pero para que esos dólares lleguen antes de lo habitual, y aceleren el circuito normal de ventas, algunos conjuros y trabajos había que hacer.
Las palabras mágicas esta vez no fueron: "ábrete sésamo". Pero en menos de mil y una noches, tan solo en 750 días volvió el ansiado "diferencial" para la industria aceitera. Esta vez "científicamente" fue calculado en un 2 % (antes era el 3 %): el misterioso algoritmo fue modificado. Y por esa puerta que se abre nuevamente, entran bastante menos que 40. Solo unas pocas empresas que se cuentan con los dedos de a mano se beneficiaron con esta intempestiva medida.
Todas estas cabriolas son bastante inexplicables, ya que el Gobierno para acceder al los "dólares de la soja", lo único que tiene que hacer es sentarse a esperar. La soja se vende toda y todos los años. Siempre.
¿Pero qué estamos mirando al mediano y largo plazo? Soja estancada en 50 millones de toneladas de producción desde 2010, y se supone que la "cadena" propone como solución al problema solamente un mecanismo de transferencia de recursos de unos a otros canibalizando lo poco que va quedando.
Nadie dice que sea un balde de agua fría, ya que era esperable. ¿Pero no hay manera de ponerse en serio a pensar en el largo plazo? Ya no estamos hablando de parches, estamos hablando simplemente de no seguir perforando el fondo del bote.
El autor es productor agropecuario y exjefe de Gabinete en el Ministerio de Agricultura.
Por: Santiago del Solar
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Fuente de la noticia (La Nacion)