Refugiado y campeón: la historia del niño nigeriano de 8 años que reina en Nueva York
NUEVA YORK.- En un albergue para gente sin hogar, un niño de 8 años camina a su habitación, cargando algo con dificultad y sin inmutarse por los gritos de un residente perturbado. El niño es un refugiado nigeriano con un futuro incierto, pero está feliz. No puede dejar de sonreír porque esa carga pesada que lleva en sus brazos es un enorme trofeo, casi de su tamaño. Este niño sin hogar que acude al tercer año de primaria acaba de ganar en su categoría el campeonato de ajedrez del estado de Nueva York.
Gran parte de las noticias de la semana pasada se enfocaron en familias adineradas que compraron el ingreso para sus hijos a importantes universidades, ya sea de manera ilegal con sobornos o legal por medio de donaciones. No hay duda de que en Estados Unidos hay un desequilibrio de oportunidades que les da a los niños acaudalados enormes ventajas.
Así que todos deberíamos alegrarnos junto con Tanitoluwa Adewumi, el recién coronado campeón de ajedrez en la categoría que abarca desde jardín de niños hasta tercer grado de primaria. Quedó invicto en el torneo estatal el fin de semana pasado, superando a niños de escuelas privadas con tutores privados de ajedrez. Lo que es todavía más extraordinario es que Tani, como lo llaman, aprendió ajedrez hace poco más de un año. Su habilidad ha aumentado muchísimo mes con mes, al punto que ahora tiene siete trofeos junto a su cama del albergue. "Quiero ser el más joven gran maestro", me dijo.
La familia de Tani huyó del norte de Nigeria en 2017, por miedo a los ataques de terroristas de Boko Haram en contra de cristianos como ellos. "No quiero perder a ningún ser querido", me dijo su padre, Kayode Adewumi. Así pues, Tani, sus padres y su hermano mayor llegaron a la ciudad de Nueva York hace poco más de un año, y un pastor los ayudó para que pudieran quedarse en un albergue. Tani empezó a acudir a la escuela primaria más cercana, la escuela pública 116, donde hay un maestro de ajedrez de medio tiempo que le enseñó al grupo de Tani cómo jugar. Tani disfrutaba el juego y le insistió a su madre, Oluwatoyin Adewumi, que preguntara si podía integrarse al club de ajedrez.

"Está interesado en el programa de ajedrez, y le gustaría participar en él", escribió Oluwatoyin, quien se está esforzando mucho para dominar el inglés de Estados Unidos, en un correo electrónico dirigido al club. Les explicó que no podía pagar las cuotas del programa porque la familia vivía en un albergue.
Russell Makofsky, quien supervisa el programa de ajedrez de la escuela pública 116 le condonó las cuotas y hace un año el niño participó en su primer torneo, donde obtuvo la calificación más baja de todos los participantes, 105. Ahora su puntaje es de 1587 y va aumentando con celeridad. (En comparación, el del mejor jugador del mundo, Magnus Carlsen, es de 2845).
Tani tiene un estilo agresivo de jugar, y en el torneo estatal los entrenadores, quienes observaban desde los márgenes, se escandalizaron cuando sacrificó un alfil por un simple peón. Alarmados, introdujeron la jugada en una computadora y concordó con Tani, pues reconocía que esa movida mejoraría su posición más adelante. "Es un ejemplo inspirador de cómo los retos de la vida no definen a una persona", dijo Jane Hsu, la directora de la escuela pública 116, donde hicieron una celebración en honor a la victoria de Tani. Hsu mencionó que, aunque el niño no tiene una casa, tiene unos padres que lo apoyan sobremanera y están dedicados a verlo triunfar.
La mamá de Tani no sabe jugar ajedrez, pero de cualquier manera lo lleva todos los sábados a una sesión gratuita para practicar tres horas en Harlem, además de que va a sus torneos. Su papá lo deja usar su computadora portátil todas las noches para que practique. A pesar de que la religión es extremadamente importante para la familia, sus padres lo dejan faltar a misa cuando debe ir a un torneo. "Tani es infinitamente rico", debido a la fortaleza, amor y apoyo de su familia, me dijo Makofsky.
El padre de Tani tiene dos trabajos. Alquila un auto que usa para manejar con Uber y también se ha convertido en un vendedor certificado de inmuebles. La madre de Tani aprobó un curso para cuidar enfermos a domicilio. Al conocerlos, es evidente de dónde viene la tenaz diligencia de Tani. A veces es duro para Tani. Sus padres cuentan que una vez regresó de la escuela llorando después de que sus compañeros de clase se burlaron de él por no tener un hogar. Asimismo, en una audiencia migratoria el otoño pasado, rompió en llanto cuando malinterpretó las palabras del juez y pensó que la familia sería deportada.
"Me siento estadounidense", explicó. De hecho, la solicitud de asilo de la familia se ha alargado mucho y la próxima audiencia será hasta agosto. Tani intenta no pensar en eso. Se acuesta en el piso del albergue y practica ajedrez durante muchas horas todas las tardes, ahora se está preparando para el campeonato nacional de primaria en mayo. "Está muy motivado", dijo su maestro de ajedrez de la escuela, Shawn Martinez. "Hace diez veces más problemas de ajedrez que el niño promedio. Solo quiere ser mejor". Makofsky movió la cabeza en señal de asombro. "Un año para alcanzar este nivel, escalar una montaña y ser el mejor de los mejores, sin recursos familiares", dijo. "Nunca había visto algo así".
Tani representa un recordatorio de que los inmigrantes enriquecen esta nación, y de que el talento es universal, aunque las oportunidades no lo sean. Allá en Nigeria, según sus padres, su genialidad en el ajedrez nunca habría dado frutos. "Estados Unidos es un país de ensueño", me dijo su padre. "Gracias a Dios vivimos en la mejor ciudad del mundo, que es Nueva York, Nueva York".
Nicholas Kristof / New York Times ®
Fuente de la noticia (La Nacion)