El ejemplo de Talleres nos aleja de las utopías
El ejemplo de Talleres nos aleja de las utopías
Aquel Talleres del '75 tenía muchos más hinchas que los cordobeses. El del Hacha Ludueña, del Loco Valencia, Luis Galván, Miguel Ángel Oviedo y Humberto Rafael Bravo. Ya no estaban Héctor Artico y Pablo Comelles, a quienes Ángel Labruna se había llevado a River. La T ganaba, llenaba estadios y la gente se iba plena, llena de fútbol. Daba gusto verlo jugar.
Este Talleres no cuenta con figuras de aquella dimensión, muchas de las cuales hasta llegaron a integrar el plantel argentino campeón del mundo en 1978. Sin embargo, tiene una impronta que va más allá del estilo. Y deja una enorme enseñanza: que el resultado puede ser secundario cuando prevalecen la educación y el sentido común.

El conjunto cordobés quedó eliminado el miércoles de la etapa preliminar de la Copa Libertadores. Quedó en las puertas de la clasificación. Palestino, de Chile, fue su verdugo. Y como en otras ocasiones, una vez que abandonaron el vestuario visitante, aparecieron las sorpresas. Desde la limpieza del recinto, hasta un agradecimiento por escrito en el pizarrón y un mate de recuerdo para los anfitriones.
No son hábitos distintivos del fútbol argentino. Se conocen casos de explosión de petardos, pisos resbaladizos, cortes de luz y de agua caliente o de ventilación, siempre en los vestuarios rivales. Incluso, recientemente, en el clásico rosarino que se disputó en Newell's, Rosario Central debió utilizar el camarín de la reserva al detectarse sustancias tóxicas en el que tenía asignado originalmente.
Matías Coronel y César Nocella son los utileros de Talleres. Ellos -según reveló una nota de La Voz del Interior hace unos meses- fueron los ejecutores del modus operandi que sorprende no solo a adversarios de la Superliga, sino también del continente. Y contaron cómo se originó: "Fue una sugerencia de los dirigentes. Pero no limpiamos nosotros solos, sino que se suman jugadores, cuerpo técnico y hasta directivos".

La primera experiencia se dio en el estadio de Vélez, a fines de octubre de 2018. Y a partir de ahí, es casi una rutina. Recuerda lo que sucedía en el Mundial de Rusia, cuando los hinchas japoneses limpiaban las tribunas donde habían presenciado los partidos de su seleccionado.
En ese "Felicitaciones Palestino, muchas gracias por la hospitalidad. Que el fútbol una las fronteras", el mensaje que quedó en el pizarrón del vestuario de la cancha de San Carlos de Apoquindo radica un legado que es difícil de mensurar, pero que achica las distancias entre el idealismo y lo concreto. Recordaremos por siempre al Hacha Ludueña y al Loco Valencia, pero también a este grupo que nos aleja de las utopías.
Fuente de la noticia (La Nacion)